Con frecuencia todos tendemos a
pensar que la situación actual de la Iglesia y del mundo es la peor que hemos
vivido nunca. Se habla de la “zozobra de la Iglesia”, de necesidad de profundos
cambios, más bien de “giros copernicanos” y vemos y sentimos decadencia,
mediocridad, apatía y desánimo. Los propios católicos hablamos con demasiada
frecuencia de divisiones, enfrentamientos, necesidad de adaptarse al mundo
actual, incomprensiones, defecciones y otros muchos males.
Sin embargo, esta visión
pesimista posiblemente no tenga mucho que ver con la realidad.
Me ha llamado la atención lo que
cuenta el Cardenal Newman en su novela Calixta, refiriéndose a la situación que
atravesaba la Iglesia de Cartago, para lo que cita a San Cipriano:
Tanta calma-escribe San Cipriano acerca de
estos años- había corrompido la disciplina que habíamos recibido. Cada cual se
dedicaba a ganar riquezas; olvidando la conducta de los cristianos de tiempos
de los apóstoles y cuál debía ser su comportamiento en toda época, con
insaciable ansia de riquezas se entregaban a multiplicar sus posesiones. Los
sacerdotes carecían de fervor y piedad, los diáconos conocían mal la doctrina,
no se practicaban las obras de misericordia, no había obediencia. Los hombres
se afeitaban la barba de una manera absurda y las mujeres se pintaban la cara;
los ojos se los cambiaban de cómo Dios se los había dado y recubrían el
verdadero tinte de su pelo con falsos colores; los más sencillos se dejaban
arrastrar por supercherías y otros hermanos caían en trampas más o menos
atractivas. El matrimonio unía a cristianos con paganos, y miembros de Cristo
se pasaban a los paganos. Se hacían juramentos innecesarios y, a veces, falsos.
El que ocupaba un puesto importante se hinchaba de arrogancia y empleaba un
lenguaje desdeñoso con los otros; las peleas y discusiones enzarzaban a unos y
otros continuamente. Y muchos obispos, en vez de dar buen ejemplo y ánimo,
dejaban a un lado su misión sagrada y se dedicaban también a asuntos mundanos,
se ausentaban de sus sedes, abandonaban a los fieles, vagaban por lugares
lejanos haciendo negocios, comerciando y amasando fortunas, mientras sus
hermanos se morían de hambre. Se apropiaban de tierras a base de fraudes y
ejercían ferozmente la usura.
A esa situación se había llegado
después de transcurridos casi cincuenta años desde la última persecución romana
con Septimio Severo, pues estamos todavía en el siglo III, antes del Edicto de
Milán. Las persecuciones romanas, no lo olvidemos, tenían como fin que los
cristianos dejaran de serlo, por lo que la principal preocupación del
cristianismo era la apostasía, método fácil para evitar el martirio.
Por tanto, desde muy pronto el
cristianismo pasó por situaciones de tibieza, despreocupación y relajación de
costumbres, seguramente no muy distintas de la que vivimos ahora.
Por eso me ha llenado de ilusión
la elección de Jorge Mario Bergoglio como nuevo Sumo Pontífice. Me entusiasmó
la manera que tuvo de comparecer ante los fieles y ante el mundo. Oración,
humildad y servicio, recuerdo y oración por su predecesor, Benedicto XVI, solicitud de ayuda orante por parte de su rebaño, sonrisa,
mansedumbre y cercanía.
Pienso que nos esperan tiempos
felices en la Iglesia Universal. Esos tan manidos “retos del nuevo Pontífice”
se irán disolviendo como azucarillos, y la fe seguirá adelante.
Imagen: abc.es
Estupendo artículo de bienvenida a este nuevo padre de familia de más de 6 mil millones de seres humanos. El Espíritu Santo por medio de nuestro nuevo Papa Francisco nos muestra, una vez más, lo hermoso de pertenecer a una familia tan grande como el mundo que comprende cielo y tierra, pasado, presente y futuro, caminando junto a Cristo, que es la estrella que ilumina la historia. Una vez más, nos volverán a mostrar, que el liderazgo es una oportunidad de servir y no de “servirse” ni de lucirse.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo contigo, sobre todo con las últimas palabras del último párrafo:"y la fe seguirá adelante".
ResponderEliminarY nosotros haremos lo que podamos porque así sea.
CNTLAPDRA
Gracias por vuestros certeros comentarios. Empieza una nueva época en la Iglesia, y nosotros somos protagonistas, como todos los católicos, porque la Iglesia somos nosotros...
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