domingo, 2 de septiembre de 2012

¡A Tierra Santa!

Mañana a primera hora un autobús nos recogerá en la puerta de nuestra Parroquia para, tras celebrar allí una Misa de Acción de Gracias, conducirnos al Aeropuerto de Barcelona. Allí tomaremos un avión de EL AL (que, no lo olvidemos, y tal como reza su slogan, it's not just an airline, it's Israel!) que nos conducirá al Aeropuerto Ben Gurión de Tel-Aviv.

Comenzaremos una intensa semana de peregrinación, en la que seguiremos los pasos de Nuestro Señor, pisando por donde Él pisó, respirando el aire que Él respiró, contemplando las montañas y los paisajes que Él contempló y disfrutando del inmenso privilegio de vivir durante unos días en los mismos lugares en los que el Dios Vivo, hecho hombre como nosotros, estuvo física, real y verdaderamente presente.

Porque, como nos dice Francisco Varo, en su libro Rabí Jesús de Nazaret, "para quien ha leído el Evangelio, cada paseo por los caminos de Judea, Samaría o Galilea suscita evocaciones imperecederas".

La parte central y que más evocadora resultará de todo el viaje serán los cuatro días que pasaremos en Jerusalén, la ciudad que Tito, el hijo del emperador romano Vespasiano, vio por primera vez desde el monte Scopus en el mes de julio del año 70 d.C., minutos antes de ordenar su completa destrucción y que, en palabras de un escritor descreído como Simón Sebag Montefiori (su libro Jerusalén, la biografía es, a la vez, un aluvión de datos históricos y un cúmulo de disparates pseudo-teológicos), "se ha convertido en el lugar esencial de la tierra donde se establece la comunicación entre Dios y el hombre".

La emoción se dispara tan sólo con pensar que vamos a estar físicamente presente en los mismos lugares en los que tuvo lugar la Pascua del año 30 d.C., el momento decisivo en la redención del género humano. Sin olvidar otra multitud de lugares que evocan entrañables momentos. Quiero destacar sólo uno, el Pozo de Jacob. Este pozo, que está próximo a Siquem (la Sicar del Evangelio), el único que existe en la región, se ha utilizado desde la Edad del Hierro y se sigue utilizando en nuestros días. Allí tuvo lugar una de las escenas más esclarecedoras de los Evangelios, en la que Jesús declara sin ambages que Él es el Mesías, el Cristo que había de venir (Jn, 4-26). Durante el diálogo, delicado, amoroso y profundísimo, con la Samaritana pronuncia Nuestro Señor una frase que cada vez que leo o escucho me produce sensación de eternidad, y es cuando le dice a la mujer "Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber..." (Jn, 4-10).

Quiera Dios que este viaje nos permita llegar más cerca de la Verdad y la virtud, y nos alcance la dicha de conocer el grandioso don de reconocernos hijos suyos.

2 comentarios:

  1. Buen viaje y vuelve con las pilas cargadas. Necesitamos tus importantes aportaciones. Un fuerte abrazo. José Luis

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  2. Que envidia ese viaje. Iremos de polizones en los bolsillos,para poder acompañaros a todos. Buen viaje!

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