En una de las redes sociales que
frecuento alguien publicó esta especie de pasquín. Y en poco tiempo podían
leerse varios comentarios. Uno de ellos del siguiente tenor:
"Es obvio, ¿no?"
A lo que yo mismo contesté:
“Pues no, lamentablemente, parece obvio pero no lo es en absoluto.
Padezco semanalmente las consecuencias de la falta de evidencia de esas
afirmaciones... Hoy día hay niños de 14 o 15 años que son como animalitos, o
como niños de 6 o 7. Es simplemente patético, porque en su casa NO les
educan...”
Tengo ocasión de compartir una
hora a la semana con chavales de 14 y 15 años, que se preparan para recibir el
Sacramento de la Confirmación. Y junto a algunos que son personas razonables,
sensatas, con quienes se puede compartir ideas, que guardan silencio y respetan
los turnos de palabra, se interesan en los temas que se explican y hacen
preguntas cuando no entienden bien algo, hay otros que uno no comprende bien de
dónde han salido.
Son jóvenes que perfectamente
pueden ser comparables a niños de siete u ocho años en cuanto a su abismal
inmadurez, y que por otro lado parecen difíciles de calificar en cuanto al
desprecio a cualquier tipo de autoridad, en cuanto al nulo interés que ponen en
los asuntos que se tratan cada día, en cuanto a que todo lo que sea pedirles
que utilicen la cabeza para expresar una sola idea distinta a "¿Cuanto
falta?", a pelearse dando pataditas con su compañero, o a decir entre
sonrisitas cualquier cosa relacionada con el sexo, por poner un ejemplo, es
pedir imposibles. Son jóvenes que producen lástima, no son capaces de mirarte a
la cara (es muy habitual tener que decirles "fulano, mírame a la cara
cuando te hablo").
Es evidente que a este segundo
tipo de jóvenes nadie les ha enseñado a respetar, a no mentir, a ser
responsables, solidarios, esforzados. Aquí ha fallado el hogar, ha claudicado
la familia. Muchas situaciones distintas puede atravesar
una familia que hacen que fracase estrepitosamente en su tarea educativa. Puede
tratarse de familias poco o nada funcionales, familias rotas por el fracaso del
divorcio o la separación, en las que aspectos absolutamente básicos como el orden,
el respeto o la autoridad han desaparecido. La función educativa del padre y la
madre, a través del ejemplo no ha funcionado, o ha fallado por algún remoto
tipo de circunstancias, de ausencias o de desamor.
Por eso es tan trascendental la
función de los padres. Aunque no se exija título alguno para serlo, sin embargo
es una de las funciones más difíciles y de mayor responsabilidad. Y por eso,
nunca está de más formarse para ello lo mejor posible. Cualquier cosa antes que
traer y dejar en el mundo este tipo de animalitos, incapaces de actuar como
humanos.
Sexo de usar y tirar, drogas, alcohol, violencia en las calles, violencia en lo que un día fueron hogares, indivudualismo, búsqueda solo del placer inmediato, corrupción institucional, ideología de genero... Deshumanización estructural y en medio de esta empanada social y cultural, los padres hemos de educar, buscar la excelencia, inculcar virtudes, ser ejemplares, estar formados y remar contra una corriente cada vez mas fuerte. Los pesimistas tiran la toalla, los realistas se esconden debajo de la alfombra y a los optimistas les miran como a marcianos. Intuyo entre sus líneas un mensaje de esperanza pero... ¿Por donde empezar?. Pablo
ResponderEliminarGracias por tu comentario, Pablo. Siempre ha sido difícil ser padre, y estos son los tiempos que nos ha tocado vivir. Y si no empeñamos en ello, sino renunciamos a nuestro deber, conseguiremos traer al mundo buenos ciudadanos, buenas personas, qu sabrán construir un mundo mejor.
ResponderEliminarSobran discursos bonitos y andamos escasos de ejemplos vivos que nos muestren la belleza de vivir como hombres. Dicen los que saben que la clave en educacion es una exigencia cariñosa. Para inculcar valores, hay que llevarlos puestos (me refiero a los valores). Recorrer con los hijos parte del camino, para que ellos solos se adentren en la selva de la vida. Pablo
EliminarEs una descripción cruda, por realista. El problema es que estos chavales no son culpables, sino víctimas. ¿Cómo van a saber comportarse si nadie les ha enseñado? ¿Cómo van a respetar, a amar, a servir, si no lo han visto jamás? Por eso, por mucho que haga la escuela y otras instancias para ayudar a la familia en su papel de educar, la solución es muy difícil cuando, como ha señalado en su post, la familia ha desertado.
ResponderEliminarEn estos casos la única alternativa es el ejemplo del educador-catequista: amarlos como son, en el bien entendido que amarlos exige llamarlos a la verdad.
VICENTE.
Anónimo dijo...Creo que alguien tiene que empezar a contar "las verdades del barquero" y en este blog se exponen divinamente. Y es que por encima de las cantinelas políticas y de los encantadores de serpientes, que nos llevan al huerto, está la dura realidad y el día a día. Muchas gracias por el comentario. José Luis Malaf.
ResponderEliminarEs así, tal como lo describes. Pero ellos, esos niños, no son causa sino consecuencia. Todo radica en el "código raíz" (ó en el "código fuente"): los padres. Ellos son, casi en la totalidad de los casos, resultante de esa insuficiencia de civilización. La generación de los años 70 fue sin duda la más afectada por la crisis de valores, eran adolescentes cuando llegó el socialismo al poder, cuando se legalizaron las drogas, cuando apareció el SIDA, cuando se instaló la cultura del pelotazo. Esos chicos y chicas son hoy los padres, mono o biparentales o triparentales o pluriparentales, de esos niños de los que hablas. Aunque suene reduccionista, el papel de los padres es el de poveer a los hijos de un programa moral básico no pirateado, es decir genuino y libre de virus, a su ordenador personal. Luego ellos irán incorporando todo lo necesario para navegar por la red (vida). Si su Windows está tarado nada funcionará correctamente, por mas parches que pongan. La calidad humana es condición indispensable. Desconfiar de los apaños y gratuidades. Todo lo bueno cuesta.
ResponderEliminarUn abrazo, y felicidades por el post.
Juan
Gracias a todos por vuestros gentiles e inteligentes comentarios. Gracias, José Luis, pero en efecto, describo lo que veo. Gracias, Juan, tienes toda la razón, esos jóvenes son consecuencia de una concreta actitud de sus padres, cegados por el relativismo, el buen rollito y el todo da igual, es lo mismo carne que pescado.
ResponderEliminarY, en efecto, Vicente, son víctimas, los niños nunca son responsables de la educación que reciben. Y de la arcilla que se nos deposita en las manos podemos hacer aberraciones u obras de arte. Pero para ello se requieren unos conocimientos mínimos de alfarería.
ResponderEliminarOjo que aunque no son responsables de como se les educa, las personas somos responsables de nuestros actos y decisiones libres. Puede que la mala formación o educacion disminuya el grado de culpabilidad, pero siguen teniendo conciencia y referentes para hacer lo correcto. La inteligencia puede estar nublada y la voluntad debilitada pero no todo el monte es orégano ni ancha es Castilla ni viva la pepa
ResponderEliminarHola Joaquín,
ResponderEliminar¿De qué me sonarán esos "chavalitos" de Confirmación, verdad?
Anda que no hemos hablado de ellos, de sus padres y de su nula visión de un futuro cada vez más complicado y que se toman como si ya lo tuvieran resuelto.
Antes estos comportamientos, como muy bien apuntas, estaban directamente relacionados con hogares desestructurados; pero ahora, por desgracia, emanan de hogares donde ambos cónyuges trabajan -lo dicta nuestra sociedad- y donde es más fácil y cómodo decir sí a los hijos y que te dejen tranquilo, que preocuparse por ellos de manera responsable.
Nosotros los padecemos una hora a la semana, sus padres tienen una carga para toda la vida.
Un saludo y encantado de leer tu blog.
¡Hola, Fernando!
Eliminar¡Cuanta razón tienes, qué difícil es ser padre, pero difícil no quiere decir imposible! Yo a quién más compadezco, junto con sus padres, es a sus profesores, qué impotencia deben sentir... Lo de hoy podría contarlo, pero no explicarlo, no encuentro motivos, razones ni explicaciones de ese comportamiento... en fin, hay que ser optimistas, aunque cueste. Un abrazo.