Hace unos días, dos sabios, Ignacio García Juliá y José Luis Amat, Director General del Foro Español de la Familia el primero y Delegado territorial del mismo Foro en Granada el segundo, mantuvieron un interesante debate cibernético respecto al contenido de la reunión que José Luis tuvo con un Concejal del Ayuntamiento de la capital granadina. La frase que originó la polémica fue lo que dijo el concejal al acabar:
“Veo lógico que si un colectivo homosexual puede dar conferencias en los colegios públicos, que el Foro tenga los mismos derechos”.
Comenta Ignacio, hablando de la actitud del FEF en defensa de sus ideas:
«Este planteamiento/justificación es erróneo. Nosotros debemos dejar claro que la idea no es "si ellos lo hacen también nosotros", puesto que esto sería el ponernos en plano de igualdad, y no somos iguales. La diferencia fundamental es que nosotros "proponemos" y ellos, amparándose en una Ley y en la fuerza coercitiva de la misma, "imponen". Nosotros no mentimos, ellos mienten al hablar de "sexo seguro". Nosotros no confundimos, y ellos confunden a los jóvenes sobre la afectividad y la "diversidad" sexual. Nosotros presentamos informes neutrales y científicos, con datos contrastados, ellos se mueven en el mundo de los sentimientos y el victimismo. Nosotros nos dirigimos a la persona, ellos se dirigen al grupo para manipular a la persona. Nosotros nos dirigimos a los padres que son los que tienen el derecho y el deber de educar, ellos se dirigen al más débil, al alumno, que no tiene armas ni recursos para defenderse. En definitiva, es perverso el ponernos en un plano de igualdad con ellos.
Nuestras propuestas son valientes y honradas, y dejamos plena libertad a los padres para que las asuman o las rechacen. Esto nos da más valor para la formación de los chicos, y no tenemos que ponernos al mismo nivel que nadie.»
Pero en seguida responde José Luis:
«Hace tiempo, estuve yo en una jornada sobre Estado y laicidad en la Facultad de Derecho. Fueron ponentes Gregorio Peces Barba, Valls –el catedrático de derecho, que dijo que había dos cosas que los ciudadanos no deberían conocer nunca: cómo se hacen las salchichas y las componendas para sacar adelante una Ley- Andrés Ollero y un tal Anguita –no el político- que fue en el tiempo de Felipe González el que llevaba la relación Iglesia Estado y a la vista de lo que estuvo diciendo y los gestos que hacía contra el hecho religioso, dejaba impresionado hasta el apuntador.
En la conferencia de Andrés Ollero, dijo que los laicistas tienen los mismos derechos que los católicos, los musulmanes, o los que sean, insistió: “los mismos”. Pero que no era admisible que los laicistas se arrogaran la exclusividad confesional y que llegaran a decir que eran los únicos válidos, despreciando a los demás.
Permíteme que discrepe de lo tuyo, asumiendo mis limitaciones y mi punto de vista parcial. Estamos de acuerdo en todo, en las presiones que realizan el colectivo homosexual: Sin pegas, evidentemente. Pero claro, yo creo que si se establecen unas facilidades para algunos, -con independencia de su contenido y sean cual sean-, esas mismas facilidades las tengamos las demás y ejerzamos ese derecho, sobre todo si nuestra experiencia y nuestro éxito, amparan nuestra petición.
Es decir, yo creo que sí estamos en el mismo nivel, a la hora de impartir una formación, siempre que nuestras propuestas –y las suyas- tuvieran cabida en la Constitución, o en las leyes, -aunque quedaría en el aire, el ideario del colegio y la libre decisión de los padres- y aun estando nosotros a años luz de las opiniones y las formas del colectivo homosexual. Y a lo mejor teniendo en cuenta que la conocida como Ley del matrimonio homosexual, está recurrida en el Constitucional.
Lo mismo estoy equivocado –no es de extrañar-. Por lo que pido ayuda para que alguien me aclare.»
A lo cual contesta Ignacio:
«Estamos cayendo, algunos sin darse cuenta, en un fenómeno muy perjudicial que se llama "tolerantismo", que no es otra cosa que la perversión de la tolerancia. Se confunde la tolerancia con la persona, a la que todos estamos llamados, con la tolerancia con el error.
No se puede tolerar el error, hay que combatirlo. Lo mismo que no podemos "tolerar el bien"; al bien hay "que buscarlo y quererlo" (Benigno). Poner en plano de igualdad el bien y el mal, el error y la verdad, es tolerantismo. El tolerantismo busca la equidistancia entre el bien y el mal y somete a nuestro juicio personal lo que es bueno o malo, condescendiendo con uno cuando conviene o con otro cuando nos viene bien.
El tolerantismo es un hijo o un subproducto del relativismo, que es el "pesticida del pensamiento humano". El tolerantismo se disfraza de tolerancia cuando le conviene, pero saca su aspecto más feroz de intolerancia cuando se le contradice, excluyendo todo aquel pensamiento que pueda hacerle frente o le combata.
Dices que "todos somos iguales", y eso no admite discusión ante Dios. Lo que no son iguales son las ideas, y las ideas tienen consecuencias. Yo no puedo conformarme con que a mi hijos los corrompan en una charla con la vana ilusión de que luego su madre y yo, en casa, trataremos de solucionar los errores vertidos. ¿No es más lógico, honrado y responsable que impidamos la primera corrupción de sus mentes?»
En ese momento, Fernando de Pablo, otro forero, interviene muy acertadamente:
«Iría más allá por empatizar con los políticos:
Un buen político debería buscar el bien de sus conciudadanos, en especial el de los más débiles. Ninguno va a defender que hace lo contrario.
La mayoría de los talleres de educación afectivo sexual, por ideologizados e inexactos, producen un daño cierto y grave en los menores, a parte de vulnerar su derecho a la verdad y los de sus padres.
Nosotros ofrecemos cursos veraces, científicamente contrastados y que suponen un bien para los alumnos cuyos padres libremente así lo quieran.
La pluralidad lineal está bien para las marcas de leche en el supermercado, de coches en los concesionarios y la oferta cultural, pero en educación, pluralidad con criterios científicos y respetando la verdad y los derechos de toda la comunidad educativa.
Y por último, todo político busca el rédito político, y lo que ofrecemos se puede vender muy bien como una correcta gestión pública, ya que la inmensa mayoría de los padres, (que son muchos más que los homosexualistas), lo que quieren es que sus hijos e hijas (lo siento, pero aquí la precisión sí que importa por desgracia en muchos casos) no hagan el idiota desde la más tierna infancia.»
Creo que se puede aprender mucho de esta intercambio de opiniones, sobre la verdad, el relativismo y la defensa, respetuosa siempre con la persona y con su dignidad, de las ideas propias.
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